Jueves santo.
Estoy llegando de Bejuma (ahora vivo en Aguirre), el frio
que esperaba no está, quizás porque llego con una dosis de alcohol que le
prohíbe a cualquier sentido expresar su verdad, parece que fuera parte del
PSUVE de los puntos rojos y, no de una familia que ha tenido grandes
dificultades y todos los días trata de que en el desayuno no vuelvan a servir
arepas, a veces también nos hace falta otra cosa que ni siquiera sabemos.
Fue un día nada cotidiano, después de tener una tertulia con
mis inestimables amigos, Alejandro y Reyes, sobre el dialogo que se lleva a
cabo en Venezuela, o más bien, sobre la cháchara del gobierno y unos políticos
que tratan de graduarse (a pesar que que los chamos los rasparon en casi todas
las materias: moral, ética, honestidad, congruencia y perinola), me encuentro
con unos conocidos de infancia, que pretenden decirme, mientras me brindan y
brindan tercios de cerveza negra, escondidos y escuchando ballenato a medio
volumen para que no nos descubran, porque hay ley seca, que ellos están resteado
con la revolución, y que frente a la guerra económica, están dispuesto a todos,
hasta de que sus mujeres sepan, que el imperio, a través de la Polar, los tiene
sometidos y conspirando. En el local diviso a varias modelos que me invitan a
ser un bebe amamantado nuevamente,
pegadas a la pared en papel periódico, pareciera que no saben de crisis,
dan envidia, en excelentes condiciones físicas se ríen, como burlándose a lo
lejos de nuestras impotencias, se ríen de saber que todo, incluyéndolas, es una
falsa. Me sirven un arroz con chiguire como parte de la puesta escena que me
sorprende. Son sardinas, tan bien cocinadas
que desencajan, parecen extraídas de cien años de soledad, brutales,
fascinantes, pero venidas de nuestra realidad mágica, como añorando a Gabriel
que se nos acaba de ir.
Después de seis
tercios, casi al borde de la estupidez, me rescata mi amada Ivette, me pide que
la invite unas arepas, para sutilmente hacerme comer, con la certeza que
volveré a ser ese personaje idílico que tiene por compañero, noble, amorosa e
inocente con sus piiiii, años a cuesta, se da el permiso de salvar nuevamente
su descanso. Ya en la casa, dispuesto a dormir, me llaman por teléfono, es
Douglas, quien pretende que mañana sea parte de una nueva aventura, llena de
ficciones de la oposición y los oficialistas, en un Macondo de objetos
inservibles, que pretenden vivir en un país que no están dispuestos a construir
y, que ilusamente esperan que los amamanten con las tetas de silicón en afiches
del capitalismo que el socialismo añora.
Espero esta vez tomarme más de seis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario