domingo, 27 de abril de 2014

Acción ciudadana

Al sector estudiantil democrático: las luchas sociales no tienen autoría, ellas forman parte de un conjunto de reivindicaciones exigidas por los pueblos a sus gobernantes en búsqueda de obtener una mejor calidad de vida. Es indiscutible que a ustedes, los estudiantes de las diferentes universidades venezolanas, les tocó asumir la vanguardia en este momento histórico. En este desenlace, algunos líderes políticos se incorporaron de forma directa a las manifestaciones ciudadanas y pasaron a ser una referencia visible, pues al igual que ustedes, tienen la protesta de calle como principal argumento para enfrentar a este régimen.

La alternativa asumida tiene certeza por una parte, pero en esta lucha desarrollada para el restablecimiento de la democracia en Venezuela todos somos necesarios. Hay que tener mucha precaución cuando se hacen algunas descalificaciones, debemos recordar un viejo dicho “Divide y vencerás”, porque sumar voluntades es lo más relevante en esta coyuntura política. Eso sí, es crucial estar muy atentos a las desviaciones que pueda tomar la causa y debiliten la dinámica de la misma. Así mismo, en las manifestaciones pacíficas es imprescindible bloquear la filtración de individuos cuyas intenciones son desacreditarlas ante la opinión pública, tanto dentro como fuera del país, como también, desvirtuar los objetivos en juego y quebrar la consecución de la meta. Se requiere cada vez más una organización efectiva para enfrentar al saboteo del buen desempeño del movimiento, ésta  nos servirá para diseñar de manera creativa las tácticas y las estrategias adecuadas.

A esta lucha le falta mucho todavía, es básico para fortalecerla y vigorizarla la incorporación de todos los sectores de la población, sus habitantes en general, gremios, asociaciones populares, partidos políticos y algo sustancial: la inclusión de los trabajadores, pues ellos constituyen la fuerza productiva, los que permiten el accionar, la movilidad del Estado. Queda por ver los acontecimientos del 1ro de mayo donde esperamos la expresión contundente de la fuerza laboral; todo lo dicho sin dejar de tener en cuenta que este régimen se ha caracterizado, entre otras cosas, por hostigar, reprimir, acorralar y secuestrar la libertad sindical.

Debemos madurar, evitemos candideces pues en los procesos políticos de transformación similares a los registrados en el presente en Venezuela, donde dos visiones estructurales antagónicas chocan, los delatores, traidores, infiltrados, oportunistas y otros elementos más, son un componente natural, escenario en el cual los farsantes de profesión brillan por doquier, buscando pescar en río revuelto y actúan según el lado hacia donde se incline la balanza.

Lo obvio está a la vista, este lapso del 2 de febrero hasta mediados del mes de abril liderado por los estudiantes, deja una marca profunda en la vida de la Nación. La cantidad de muertes ocurridas, la aprehensión y tortura a manifestantes, la sostenida represión hacia las protestas, la persecución política a los adversarios del gobierno, la violación del debido proceso de los detenidos, en fin, un sin número de irregularidades de vieja data que incluyen la violación de los Derechos Humanos, la inseguridad, la inflación galopante, el deterioro institucional y la escasez, son algunos de los hechos causantes de una situación general insostenible. Todo aquel ciudadano común que considera dicho ámbito como poca cosa, está viviendo una realidad aparte.

La pureza en las luchas sociales es una idea vacía
Lo Divino corresponde a otro plano
Lo terrenal, la realidad es cruda e infalible
Esperar los milagros sin actuar es cosa de fanáticos.


El Poeta que no vino.

jueves, 24 de abril de 2014

¿Se enfría la calle?

    
Un balance poco alentador, para los  gobierneros.
Luego de esta Semana Santa donde las noticias más resonadas a nivel nacional fueron los fallecimientos de tres figuras públicas muy queridas por el pueblo venezolano, Gabo, Mayra Alejandra y Cheo Feliciano (paz a sus almas), pudimos  observar un declive en el entusiasmo de las protestas. ¿Debe esto preocuparnos o desanimarnos a los que esperamos que haya un cambio en la política nacional?, ¿Valió la pena el esfuerzo y sacrificio de tantas vidas de Venezolanos?.
Debemos comenzar por decir que ningún cambio en Democracia es fácil, y lo expedito generalmente no es bueno, para  muestra un botón, este aparato político que obtuvo el poder en una especie de azar del destino, y que para lo cual a todas luces demuestra que no estaba preparado desde el ningún nivel ( incluyendo al súper estelar), pasando por los sectores medios, hasta las bases, este parapeto llamado revolución que trató de instaurar entre otras cosas algo que les gusta nombrar como 5ta república. Para sustentar esto puedo recurrir a auto descalificativos propio del líder supremo de este desbarajuste, donde presume de no haber administrado más que una simple cantina de alguna instalación militar, antes de administrar los recursos de la Nación.
El aparato político que domina el gobierno de Venezuela, ha tratado por medios efectistas y apresurados de hacer cambios profundos, usando como herramienta discrecional las instituciones del Estado y sin más estudios o proyectos que las emociones viscerales. Ejemplos sobran, comenzando con el cambio de nombre de la República, pasando por el cambio de horario, expropiaciones y creación de cualquier cantidad de misiones entre ellos el ministerio de la felicidad y pare usted de contar. Para ser honestos y reconocer no solo todo lo malo, estrafalario o cursi de las ocurrencias de ese bodrio político, podemos destacar la intención de crear una sociedad que no solo sienta y sea objeto de la política, sino que sea participe y protagonista de la misma ( cosa que no comparto), y acá es donde quería llegar, pues para los que ven como negativo el sacrificio y el esfuerzo por parte de jóvenes estudiantes y buena parte de la sociedad, este es el primer y más grande de los logros, puesto que fue esta sociedad oposicionista al régimen, contrario de lo que anhelaba el mega poderoso súper estelar, quien luego de más de 14 años de atropellos, violaciones y arrinconamientos, logro digerir sus frustraciones y expectativas para de  manera espontánea convertirse en un polo auto dirigido de opinión, resistencia y liderazgo!
Así las cosas podemos inferir entre otras, que ya la sociedad venezolana le perdió el  miedo a la ignominia fascista que trató de arrinconarla y disminuirla durante casi tres lustros, cosa que nos puede dar la certidumbre, que este fenómeno social no va a parar  hasta que el gobierno Venezolano cambie a favor de la institucionalidad y la democracia, garantizando así una verdadera igualdad. Para esto hay garantía  de líderes y ciudadanos comprometidos y capaces de impulsar la nueva Venezuela, ya que para ello no solo dieron ideas, sino también sangre, sudor y lágrimas. Amanecerá y veremos.
                                                           Jorge Bracho



sábado, 19 de abril de 2014

Jueves santo


Jueves santo.
Estoy llegando de Bejuma (ahora vivo en Aguirre), el frio que esperaba no está, quizás porque llego con una dosis de alcohol que le prohíbe a cualquier sentido expresar su verdad, parece que fuera parte del PSUVE de los puntos rojos y, no de una familia que ha tenido grandes dificultades y todos los días trata de que en el desayuno no vuelvan a servir arepas, a veces también nos hace falta otra cosa que ni siquiera sabemos.
Fue un día nada cotidiano, después de tener una tertulia con mis inestimables amigos, Alejandro y Reyes, sobre el dialogo que se lleva a cabo en Venezuela, o más bien, sobre la cháchara del gobierno y unos políticos que tratan de graduarse (a pesar que que los chamos los rasparon en casi todas las materias: moral, ética, honestidad, congruencia y perinola), me encuentro con unos conocidos de infancia, que pretenden decirme, mientras me brindan y brindan tercios de cerveza negra, escondidos y escuchando ballenato a medio volumen para que no nos descubran, porque hay ley seca, que ellos están resteado con la revolución, y que frente a la guerra económica, están dispuesto a todos, hasta de que sus mujeres sepan, que el imperio, a través de la Polar, los tiene sometidos y conspirando. En el local diviso a varias modelos que me invitan a ser un bebe amamantado nuevamente,  pegadas a la pared en papel periódico, pareciera que no saben de crisis, dan envidia, en excelentes condiciones físicas se ríen, como burlándose a lo lejos de nuestras impotencias, se ríen de saber que todo, incluyéndolas, es una falsa. Me sirven un arroz con chiguire como parte de la puesta escena que me sorprende. Son sardinas, tan bien  cocinadas que desencajan, parecen extraídas de cien años de soledad, brutales, fascinantes, pero venidas de nuestra realidad mágica, como añorando a Gabriel que se nos acaba de ir.
Después de  seis tercios, casi al borde de la estupidez, me rescata mi amada Ivette, me pide que la invite unas arepas, para sutilmente hacerme comer, con la certeza que volveré a ser ese personaje idílico que tiene por compañero, noble, amorosa e inocente con sus piiiii, años a cuesta, se da el permiso de salvar nuevamente su descanso. Ya en la casa, dispuesto a dormir, me llaman por teléfono, es Douglas, quien pretende que mañana sea parte de una nueva aventura, llena de ficciones de la oposición y los oficialistas, en un Macondo de objetos inservibles, que pretenden vivir en un país que no están dispuestos a construir y, que ilusamente esperan que los amamanten con las tetas de silicón en afiches del capitalismo que el socialismo añora.
Espero esta vez tomarme más de seis.

 Da Rin
http://pobresymedias.blogspot.com/2014/04/jueves-santo.html

viernes, 18 de abril de 2014

Recuerdo del dialogo



recuerdos_640

Van pasando los días y no logro pasar de proyectos que se esfuman entre anhelos y abatimientos, presagios y sospechas. Debería pensar en cuentos, pues requieren menos tiempo y es más fácil arrimarlos al presente, a lo que está pasando. Anoche, mientras trataba de dormir, me rondaba la historia de dos amigos que los separa la política y vuelven a encontrarse en medio de ese cataclismo que, desde hace años, nos anuncia un terrible presagio: “Esto no tiene solución sino desenlace”.
Tratando de llegar a ese sutil grado de realidad que requiere la ficción, me hice una pregunta “¿Cuál sería ese amigo que ahora gobierna y sería capaz de ayudarme si intentaran maltratarme y a quien yo, a mi vez, protegería si todo se tornara súbitamente en su contra?” Las posibilidades fueron escaseando, tornándose cada vez más desoladoras, hasta llegar a esos vacíos que nos dejan inmóviles, rígidos, tratando de engañar al insomnio para que siga de largo y entonces poder soñar un poco.
Reinaldo Arenas cuenta que iba a su cama como quien parte a un largo viaje, con libros, pastillas, vaso de agua, lápices y cuadernos, para entregarse a “un mundo absolutamente desconocido, lleno de promesas deliciosas y siniestras”. Según una nueva teoría sobre la función de los sueños, parece que estos se gestan en una especie de basurero donde depositamos las imágenes que vamos desechando por ineptas, por engorrosas, por lo difícil que resulta digerirlas. Esta suerte de intestino mental explica sus extraordinarias combinaciones y aparente falta de lógica.
Nada más surrealista que la basura.
Yo soy una mejor persona soñando que despierto. Dejé atrás las épocas en las que me vengaba de quienes me habían hecho mal con unos poderosos puñetazos de anime que nadie lograba esquivar, pero hacían poquísimo daño. Ahora soy más contemplativo, menos rencoroso. Supongo que la práctica de soñar por tantos años me ha enseñado que no conviene tener demasiadas expectativas.
Con Chávez soñé varias veces. No fueron episodios tensos pero tampoco distendidos. Siempre estábamos alrededor de una mesa, no tan grande como para un diálogo de paz ni tan pequeña como para jugar dominó. Yo siempre estaba a punto de decir algo importante, una opinión que podía cambiar el destino de Venezuela, y debía soltarla de una manera casual, amistosa, sin nada de prosopopeya. Jamás lo logré; apenas comenzaba a hablar, despertaba.
Maduro, en cambio, ni siquiera se ha asomado a mis sueños más concurridos. No podría  explicar las razones de su ausencia. No tengo prejuicios ni podría tenerlos a la hora de soñar. Sólo me atrevo a suponer que le falta foco, mitología. Dicho de otra manera: para soñar con Maduro, prefiero hacerlo con Chávez. En cambio, anoche, cuando por fin logré dormirme, apareció Diosdado de improviso.
Hace poco un amigo me contó una anécdota sobre Dalí. Unos periodistas le preguntaron cuál sería su próximo proyecto. Contestó que se disponía a pintar la imagen de Dios. Alguien le dijo que iba a necesitar un lienzo muy grande y Dalí explicó: “Pues no, contrario a lo que algunos suponen, Dios es más bien pequeño”. En mi sueño, Diosdado era una persona bastante normal. Sólo llamó mi atención una cierta contención e impaciencia en los gestos. Estábamos en una oficina improvisada que daba a una calle por donde pasaba mucha gente sin prestarnos atención. El mobiliario era tan escaso que yo era el único que estaba sentado. No hubo preámbulo ni justificación para el encuentro. De pronto, en medio de las muchas ocupaciones que mi personaje parecía tener, se percató de mi presencia, se agachó frente a mi y ordenó:
– ¡Abre la boca!
Me revisó la garganta sin usar ningún lente o linterna, con prisa de experto, y, sin darle mayor importancia al asunto, me dijo:
– Lo que tienes es una infección –y ya volteándose para revisar unos papeles en un escritorio, continuó su diagnóstico–. Yo, para eso, tomo …ilín.
En los sueños las palabras claves siempre vienen incompletas, así que no llegué a saber cuál era el remedio.
Después de desayunar me puse a buscarle un significado a mi sueño; una pérdida de tiempo, pues insisto en que sólo son el resultado de una mala digestión espiritual. Y sabemos que en estos tiempos es imposible digerir todo lo que se nos viene encima. Vivimos en un estado de atragantamiento crónico. Eso explica que amaneciera con la garganta inflamada y optara por la interpretación más evidente: mi dolor se debe a todo lo que está atascado, represado, pulsando por salir.
Allí subyace la violencia que ya ni siquiera en el mundo de los tristes durmientes me atrevo a liberar.
De los gobernantes que estaban presentes en el diálogo por una paz justiciera del 10 de abril sólo he conocido a tres. Dos a través de la literatura. Ya una vez conté como conocí a Jorge Rodríguez cuando ganó el concurso de cuentos de El Nacional. Parece que hubiera pasado un siglo de aquella cena en su casa con Oscar Marcano e Israel Centeno. Quizás sea ese pasado, cuando todo parecía acercarnos, lo que me hizo suspirar mientras lo escuchaba intervenir en el diálogo: “¿Quién soy yo para juzgarlo?”. La pregunta es parte de las palabras del papa Francisco, las únicas dichas por un sacerdote que me han hecho llorar desde los tiempos de mi primera comunión. Tienen mucho sentido, mucho peso, pues adverso a Jorge profundamente, ontológicamente, incluso literariamente por el manejo de palabras e imágenes que no creo se sientan a gusto en sus labios. Pero estaba ante quien quizás hubiera sido mi amigo, y hasta mi siquiatra, si nos hubiera tocado vivir en otro tiempo y no en éste, del cual él se siente dueño, señor y loquero mayor, clasificando cuál enfermo le cae bien y cuál le cae mal.
Una mañana mi esposa recibió una llamada de un capitán anunciando que José Vicente Rangel, quien entonces era Ministro de Defensa, me estaba buscando. Ya con eso ella entró en pánico y comenzó a planear cuál de sus hermanos iba a esconderme. Quizás hasta le emocionó el lado romántico de esa posible aventura. Cuando logró localizarme, la tranquilicé y llamé al número fatídico. Siempre recordaré con placer esa conversación que inicié con bastante aprensión: José Vicente quería hablar sobre mi novela Falke, que acababa de publicarse. Yo estaba solo en un carro, manejando con una mano mientras sostenía el celular con la otra, deseando que me parara un fiscal para decirle con voz de funcionario: “Estoy hablando con el Ministro de la Defensa sobre una tragedia militar”.
José Vicente, convertido en caraqueño que ama la literatura, me contó que Rafael Vegas había sido médico de alguien en su familia, con una dedicación que él nunca olvidaría. Años más tarde me invitó para una entrevista sobre la novela Sumario. Ese día le conté que lo había visto una vez en la cafetería del viejo Tolón, donde había llevado sus nietos. También parece haber pasado un siglo de esa vez que pensé en acercarme a conversar con quien entonces era un periodista que tenía mucho que contar, pero lo vi hablando tan gratamente con su esposa que no me atreví a interrumpir.
Después de la entrevista me llevó a un pequeño salón de Televén donde podríamos conversar sin cámaras ni micrófonos. Era mi gran oportunidad para revelar todo lo que sentía, pero surgió otra vez el recurrente dolor de garganta. La única propuesta que logré articular trataba sobre la necesidad de eliminar el automóvil en la ciudad. “La solución es el transporte público”, le dije como espichándome y, con esa patética petulancia que da el saberse perdido, agregué:
– ¡El carro es una invención peor que la bomba atómica! ¡Hay que quemarlos!
José Vicente me miró dudando de que tuviera sentido continuar nuestro diálogo y cerró la sesión diciendo:
– Eso tendría un costo político muy alto.
Si no pude expresar mis trascendentales opiniones en la mesa onírica y permisiva de los sueños, ni frente a la mesita de un salón de espera donde apenas cabían un par de tazas de café, debo ser comprensivo con quienes acaban de estar en la mira del país y sometidos a las inmoderadas viñetas del moderador Arreaza, pero no puedo evitar decir que el gobernador Aristóbulo Istúriz, una vez más, fue quien más me hizo sufrir.
Como suele ocurrir con los líderes políticos, él no me conoce, pero yo a él sí. Todo comenzó la única vez en mi vida que he trabajado para el gobierno. Fue cuando Aristóbulo era Alcalde del Municipio Libertador y mi labor duró apenas una tarde. En ese entonces, Tulio Hernández dirigía Fundarte e invitó a varios arquitectos a ver qué se podía hacer con la llamada Quinta Anauco Arriba. La casa estaba en plena restauración, pero ya venía el cierre de la campaña para las nuevas elecciones de alcalde y hacía falta inventar una suerte de inauguración.
En esos años mi simpatía por Aristóbulo era enorme. Recuerdo cuando dio la gran sorpresa y ganó la Alcaldía. Caminaba hacia el podio rodeado de sus seguidores, repitiendo una y otra vez: “Trabajo, hermano, trabajo”. Fue la primera vez que un vencedor anunciaba que el trabajo duro y constante sería su principal estrategia. Generó emocionantes expectativas. Nunca un gobernante ha recibido una ovación tan cálida en el Estadio Universitario durante un encuentro de Caracas y Magallanes.
Durante su administración se concibió uno de los planes más sensatos para darle a Caracas una vida urbana. Lo dirigía Farruco Sesto. La idea era rediseñar la ciudad en función de sus parroquias, de sus verdaderos barrios y unidades vecinales. Se invitó a un grupo de arquitectos sin fijarse en sus tendencias políticas sino en sus capacidades. Y a cada uno se le entregó el estudio de una parroquia para que definiera sus centros naturales, espacios públicos, potencialidades y carencias. Era la base de un plan destinado a una renovación similar a la que ha tenido Medellín.
Esa tarde de mi fugaz participación en el destino de la Alcaldía, le dije a Tulio que la única manera de hacer una fiesta en una antigua casa en plena restauración era haciendo un concierto nocturno con una música tan colonial que exija una iluminación de velas y antorchas, lo que equivale a cerrarle los ojos a la audiencia. Fue un éxito. Por lo menos la música.
Entonces vinieron las elecciones y Aristóbulo perdió contra Antonio Ledezma. Yo quedé enamorado de la Quinta Anauco Arriba y varias veces fui a visitarla. Se había paralizado la obra y la casa parecía como azotada por una guerra más que por un restauro. Una de esas tardes vi llegar a Aristóbulo. Lucía muy afectado por la derrota y caminaba lentamente observando la obra que ya nunca podría terminar.
Siempre me he arrepentido de no haberme acercado a saludarlo, a ofrecerle mi amistad y apoyo, a felicitarlo por todo lo que había propuesto y sembrado. Quizás le hubiera dicho que había hablado demasiado de “ciudadanos” y muy poco de “caraqueños”, que gobernó soñando con una ciudad idealizada y descuidando las necesidades inmediatas. Pero ese abandono de lo posible por lo necesario es un vicio aún más grave. Creo firmemente que toda necesidad es una posibilidad perdida, un reto que no ha sido comprendido, atendido.
No volví a saber de Aristóbulo hasta que fue Ministro de Educación de Chávez. Tenía la misma vitalidad, pero ya no la mirada franca de los hombres que manejan su propio destino. Gravitaba, a veces penosamente y alguna vez aceptando regaños, en torno al gran líder. Siempre me pregunté por qué me había impactado tanto su promesa de encarnar un liderazgo distinto, inaugural. Asomarse a la posibilidad de gobernar es ciertamente emocionante. Yo lo hice por una tarde y ya sentía que el destino de la Quinta Anauco estaba en mis manos. ¿En que habrá pensado Aristóbulo mientras caminaba cabizbajo y derrotado entre los escombros de una casa colonial, después de haber gobernado con pasión y justicia?
Años más tarde, leyendo los libros de Flavio Josefo, supe que el nombre Aristóbulo estuvo sometido a una maldición vinculada con Herodes. El primer Aristóbulo sacrificado por el rey de Judea, Galilea, Samaria e Idumea, fue el hermano de su adorada esposa. Se trataba de un joven de una belleza tan extraordinaria que fue codiciado por Cleopatra. Cuando Herodes se enteró de que Aristóbulo planeaba huir junto a su madre, ocultos en unas cestas que llegarían hasta un barco de Cleopatra, dejó que el plan continuara. Solamente cambió a los cargadores y los hizo dar vueltas durante toda la noche alrededor del palacio, susurrando cada tanto: “Tranquilos… ya casi llegamos”. A la mañana siguiente, las cestas llegaron al salón de audiencias y fueron abiertas ante toda la corte. Herodes los perdonó, pues les tenía preparado otro final. A Aristóbulo lo llevó a una gran fiesta en Jericó. Como hacía mucho calor, se fueron al borde de las grandes piscinas donde jugaban los criados. El propio Aristóbulo le pidió permiso al Rey para ir a nadar. Llegó la noche y continuaban jugando a sumergirse bajo el agua oscura y, como Aristóbulo era el centro de la fiesta, lo hundían más que a nadie, hasta que por fin lo ahogaron.
Herodes tuvo dos hijos: Alejandro y otro también llamado Aristóbulo. Cuando llegaron a la adolescencia, Herodes ya desconfiaba de todos y decidió que sus propios hijos lo traicionaban. Fueron llevados a juicio gracias al testimonio de unos eunucos. Después de escucharlos acusarse uno al otro, Herodes les dijo, como si fuera Salomón: “Hijos míos, bien se ve que uno de vosotros es culpable y el otro inocente, pero sólo ustedes sabrán quién debe ser perdonado. Serán llevados a una celda donde se ahorcarán uno al otro. El que sobreviva tendrá mi perdón y heredará este reino”. Los hermanos hicieron varios intentos, pero después de sofocarse y arañarse terminaban desfallecidos, por lo que Herodes no tuvo otro camino que ahorcarlos a los dos.
Nadie crea que comparo a Chávez con Herodes (aunque la imagen de los hermanos matándose tenga cada vez más resonancia). Lo que quiero extraer de esa antiquísima historia es una pregunta que día a día va perdiendo sentido: ¿qué hubiera sido de nuestro Aristóbulo si, en vez de plegarse a una figura titánica y absorbente, hubiera seguido con aquella luz propia, independiente, llena de gracia y humildad, deseos de trabajar e incorporar al otro? Comprendo que es una pregunta vasta y tendenciosa. Sería más justo estrecharla al evento que tanto me conmovió: ¿cómo hubiera actuado aquel héroe de los noventa en el diálogo del 10 de abril del 2014?
Ciertamente no habríamos auscultado un fondo de resentimiento que no se justifica después de tantos años en el poder. El Aristóbulo que vi caminando solo, en uno de sus peores momentos políticos, respiraba creatividad, aunque en esos días estuviera saturada de estupor y melancolía. Y la creatividad es la mejor medicina contra el resentimiento, pues llena el alma de presentimientos, de propuestas y proyecciones que dejan atrás el pasado. Es tan estimulante presentir lo que está por venir.
Desde esta perspectiva, no puedo evitar pensar en Caracas, un tema fundamental para Aristóbulo cuando fue alcalde. Hay ciudades llenas de presentimientos, capaces de ilusionarse, de imaginarse diferentes, de sorprenderse a sí mismas, de tener fe en que pueden cambiar. Pero existen también ciudades resentidas, incapaces de concebirse de otra manera. Suelen estar atascadas en el presente porque ignoran su pasado y, sobre todo, por temerle a su futuro. Su mayor condena no es lo que son, sino lo que juran ser y, peor aún, lo que creen que jamás podrán dejar de ser.
Caracas se ha convertido en un ejemplo casi pornográfico de resentimiento. Ya muy poco parece posible y renovador: todo resulta necesario y reiterativo.
Si Caracas parece temerle al futuro es porque el futuro le exige cada vez más. No creo que exista hoy una ciudad con mayor distancia entre lo que puede ser y lo que es. Este abatimiento lo exacerba el gobierno al sustentarse en un pasado remoto para afirmar y proyectarse y en uno reciente para negar y justificarse. Esta cantaleta se va tornando narcótica para quienes han sufrido demasiadas desilusiones y mentiras, y desconfían, con mucha razón, del porvenir.
El oficialismo se alimenta con tal pasión del pasado que no puede soltarlo. Así llega a constituir un futuro en forma de espiral que gira sobre sí mismo en un permanente resentimiento.
Explica Manuel García Pelayo que en la dinámica del resentimiento un ideal particular se convierte en una medida absoluta y general. Los adversarios a este ideal son los enemigos de Dios, de la Patria, del Pueblo… y quienes lo apoyan son los puros, los buenos, los que aceptan este ideal como el fin último al que debe tender el porvenir de todos. Plantear el futuro desde la perspectiva de un pasado mítico, separar continuamente a los malos de los buenos como si fuera un derecho divino, y utilizar la historia para justificar esta división es una estrategia que puede retroalimentarse una y otra vez hasta convertir el estancamiento en una fuente de poder y de aparente estabilidad.
No es casualidad que Aristóbulo haya circunscrito su intervención durante el diálogo en Miraflores a la ciudad. Allí se dieron los ejemplos que ofreció para demostrar que no hay presos por protestas cívicas, que ni siquiera hay protestas cívicas, sólo quema de preescolares, francotiradores, guayas y aceite en las vías. Y habló como si todavía estuviéramos en aquel abril del 2002, denunciando a la muerta y enterrada Radio Caracas Televisión como “un poder fáctico de un sector de la sociedad que oprime al pueblo”. Todos sus verbos fueron conjugados en pasado, una trampa semántica que le impide pasar a las propuestas que no tiene y que, además, sustenta su principal exigencia: el reconocimiento de las elecciones como única fuente de verdad, de sinceridad, de franqueza.
El 12 de abril, Elizabeth Fuentes escribió sobre la intervención de Aristóbulo: “de vez en cuando, se le notaba cierta nostalgia. Un leve gesto donde podría leerse: ¡Cuánto me gustaría estar de ese lado!” Al leer este fragmento tuve que levantar la mirada y tratar de comprender, cerrando los ojos como si estuviera preparándome para un sueño digestivo, por qué el más recalcitrante y sesgado expositor del gobierno es quien me inspira más cariño y esa “cierta nostalgia”, que es más provechosa que el rencor.
Las comparaciones son siempre odiosas, pero ayudan a comprender. En esa misma mesa de diálogo estaba Henri Falcón, quien tuvo la suerte de formarse en el período más prometedor del chavismo y buscar luego sus propios horizontes. Es una jugada peligrosa apartarse de una maquinaria que está en la plenitud de su poder y quedarse aislado. ¿Qué lo hizo cambiar? No lo sé. Sólo puedo dar testimonio de que el 10 de abril del 2014 lucía más despejado, más libre, más amplio y dispuesto a generar los grandes cambios que el país necesita. Fue el mejor expositor. Me impresionó su cadencia y su castellano.
La ruta de Aristóbulo fue inversa. Abandonó la estructura que él había ayudado a crear para sumarse a un poder que se iría haciendo cada vez más burocrático, corrupto e incompetente.Y ése es el tema que los oficialistas eludieron en la mesa. Repitieron mil veces que había que rechazar la violencia, pero ni una sola vez aceptaron que el país atraviesa un desastre insostenible, una situación que precede a la violencia y la alimenta con más fuerza que cualquier discurso e incitación.
Esta imperiosa necesidad de negar lo que todos sabemos me ayudó a comprender que quienes estaban sentados en aquella mesa representando al gobierno son las principales víctimas del chavismo, sus más responsables prisioneros, ahora sumidos en un único carril que se va hundiendo al escarbarlo ellos mismos con alabanzas y pruebas de fe. Lo que alguna vez fue un destino elegido se les va convirtiendo en una condena y los recursos de su extraordinaria riqueza los van haciendo pobres de espíritu, limitando su léxico a mantener una situación, a permanecer reviviendo espectros.
Si el mediocre es aquel incapaz de olvidar sus éxitos, ¿cómo llamar a quien celebra sus fracasos?
Supongo que nada hubiera cambiado si me hubiera acercado a Aristóbulo en el corredor de una de las casas más ancestrales de Caracas. Hay esencias que permanecen más allá de nuestros designios, como la luz del final de aquella tarde en Anauco y esas vistas al valle que parecen esfumarse, como exhaustas de tanta belleza.

jueves, 17 de abril de 2014

UN RETO PARA LA MESA DEMOCRÁTICA

Las jornadas de Negociación por la Paz en Venezuela entre la oposición y el oficialismo, con la presencia de mediadores de UNASUR y la Iglesia Católica, representan un gran reto para la MUD, especialmente para el equipo negociador de la alternativa democrática. La razón es muy sencilla y compleja a la vez, por tanto un gran sector del país necesita tener confianza en los representantes políticos, pues engañarnos es de tontos si obviamos la duda existente sobre la eficacia y determinación de esta instancia para realmente lograr una situación de paz en Venezuela, en consecuencia, superar las irregularidades que se vienen registrando desde el 2 de febrero del presente año cuando un hecho más de inseguridad conmovió al país, específicamente al sector estudiantil y la población de la ciudad de San Cristóbal, lo cual ocasionó una protesta posteriormente reprimida por la policía del Estado Táchira y la Guardia Nacional Bolivariana.

            Desde esa fecha hasta el día de hoy la consecución de las manifestaciones de protesta es por todos conocida, marcando un punto de inflexión la marcha realizada el 12 de febrero donde se desencadenaron actos represivos por parte del Gobierno, sumados a la intervención de las bandas armadas de los llamados “Colectivos”. En total hasta el presente se han registrado cuarenta y un muertes.

            Dicho todo esto, como parte de nuestra historia política reciente y retomando lo referente al equipo negociador de la MUD, queremos expresar que ellos deben tener muy claro la incredulidad  sentida por una gran parte de la población, además de la desconfianza hacia un gobierno, el cual, desde hace tiempo, muchísimo tiempo, viene criminalizando cualquier manifestación de los ciudadanos en sus reclamos justos derivados de la mala gestión gubernamental incapaz de resolver soluciones concretas a los problemas padecidos por todos los habitantes de Venezuela. Así mismo, tenemos un Gobierno especialista en el doble discurso, por un lado habla de paz mientras por el otro está actuando con una represión brutal, interpretando a su conveniencia la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y violando los tratados internacionales referentes a los Derechos Humanos y al Debido Proceso.

            Una acción para recordar: en la reunión del 10 de abril, se pudo evidenciar el poco interés de los representantes del oficialismo para dar cabida a la solución de la crisis sociopolítica establecida en Venezuela, solamente se centraron en el pasado y en la lucha ideológica, cuando se refirieron a la actualidad fue para desprestigiar las protestas y sus protagonistas, apuntando directamente hacia el sector estudiantil o a   la oposición                                                                                                                                                                                             como causantes de la crisis. En ese contexto, la intervención de Aristóbulo Istúriz se basó en señalar la supuesta quema de un preescolar con niños y maestros adentro que iban a realizar unos estudiantes desconsiderados, poco le faltó decir que los estudiantes eran unos bichos, unos malos malucos. Convénzase señor Istúriz, este hecho de ser cierto lo repudia cualquier ciudadano, el mismo solo puede pensarlo y realizarlo una persona desquiciada, pero también puede resultar la excusa de una mente perversa para no enfocar la gravedad de nuestra realidad. Aristóbulo, ni por el carajo mencionó como referencia de la violencia las bandas delictivas que entraron a la Universidad Central de Venezuela y, entre sus fechorías, desnudaron a un estudiante; para él, parece ser este acto una simple escena de nudismo no forzado, una puesta teatral.

            Cuidado, mucho cuidado señores de la MUD, si esta cacareada Mesa por la Paz resulta un corral para encerrar bobos. Sumado a los comentarios señalados sobre el doble discurso del gobierno, tenemos una intervención casi recién salida del horno: las afirmaciones del presidente Nicolás Maduro  indicando que la oposición venezolana se viene equivocando desde hace tiempo. Interpretando estas palabras, le faltó decir que él, ellos son los dueños de la verdad y la supuesta Revolución Bonita, legado del difunto, es inmaculada. ¡No se extrañen si antes de la Misa de Gallos, se realice un pronunciamiento sobre el secuestro de la periodista de Globovisión, involucrando directamente en este hecho al sector estudiantil!


Reyes.

domingo, 13 de abril de 2014

Postales del cinismo





Conduzco hacia la avenida Andrés Bello. Me pregunto cuántos venezolanos saben hoy día quién era Andrés Bello. Pienso en esta zona tórrida más cercana al bochorno que a la agricultura. Discurro, a vuelo rasante, sobre su portentosa Gramática de la Lengua Castellana y la indigente relación que hoy tenemos con nuestro idioma. Freno. Estoy en una intersección. Algo atrae mi mirada. 

En la esquina, una adolescente de la calle, roída de pies a cabeza, está echada sobre un puff, tan blanco como sucio. Es un mueble desahuciado. Y una niña sobre él, desgonzada. Vive la inesperada comodidad del cojín. Sus brazos cuelgan hasta el suelo. Sus nudillos pactan con la grasa del asfalto. Lo más perturbador es su mirada, colgada en ninguna parte. Es, ella entera, una foto de la nada existencial. Me toca avanzar. Pienso en el hombre nuevo que nos prometieron. Pienso en los colectivos y su amplia despensa de armas. Pienso en el remotísimo Andrés Bello. 

La noticia dice que España suspendió indefinidamente la venta de equipos antidisturbios para Venezuela después de advertir, con alarma, la feroz represión que las autoridades ejercen sobre los estudiantes. "Es lógico no añadir leña al fuego", agregó el canciller español. Dos días después, el gobierno venezolano le replica a España que no tiene autoridad moral "para aconsejar sobre violencia y diálogo". Agrega el comunicado, con tono admonitorio, que "el mundo ha sido testigo de cómo el pueblo español se ha levantado en protesta por las políticas excluyentes y negadoras de los derechos humanos y la respuesta de ese gobierno ha sido la represión contra los manifestantes". Parece un autorretrato. Pero es solo cinismo. Químicamente puro. 

Al venezolano, el Twitter se le ha convertido en su marca de cigarros preferida. Ya no fuma tanto, ahora tuitea. Compulsivamente. Nos hemos acostumbrado a resolver el país en 140 caracteres. Lanzamos volutas de humo y "sabiduría" cada cinco minutos. En esa comarca, el rey de todas las tribunas es el insulto. 

No analizo tu idea, la descoso con ofensas. No disiento, te cuelgo un "¡Vendido!" en la red. No pregunto, te masacro verbalmente. 

Es la autopista favorita de los radicales. Está llena de escombros, basura y cauchos incendiados. Es difícil que alguna idea consiga ventilarse serenamente. Hay francotiradores prestos a apretar el gatillo apenas colocas un argumento, un punto de disidencia, un criterio a contravía. No se aceptan discursos atemperados. Es un ecosistema donde siempre triunfa la furia. 

"Somos un país de malagradecidos", le oí decir a alguien. El sopor que durante semanas arropó a la MUD ha sido vengado a dentelladas. Las extenuantes vueltas que Capriles le dio al país buscando despertarlo fueron arrojadas al olvido. Es la misma actitud que asumen los fanáticos del béisbol cuando abuchean a muerte a alguna estrella que les ha dispensado momentos de gloria y hoy solamente les importa la pelota que dejó caer en el inning anterior. La oposición radical parece haber adoptado el mismo "patria o muerte" delirante que ha regido al chavismo ortodoxo. Los extremos terminan pareciendo hermanos. Los tuits de la "tropa" coquetean en tono con los de Robert Alonso. 

CNN en Español entrevista al "guarimbero mayor" y él declara, axiomático, rubicundo: "Nosotros no somos oposición. 

Somos resistencia. Nosotros no dialogamos. Nos ponemos unas gríngolas. No escuchamos. Nuestra línea de acción es la segunda independencia de Venezuela". Así de épico. Así de grande. Al final, en un rapto de modestia, se emparenta con Charles de Gaulle. ¿Se imaginan a Bolívar liberando cinco países desde Kendall, Florida? Las noticias hablan de un fuerte enfrentamiento entre la PNB y la GNB contra los estudiantes acantonados en el perímetro de Las Mercedes y El Rosal. Otra protesta pacífi ca que las autoridades convierten en guerra. Antes de salir de mi casa observo la mancha de bombas lacrimógenas que fl ota sobre la zona. La calle está repleta de carros en desorden, ulular de sirenas y gente apretando el paso. Llego a Plaza Venezuela. El semáforo me concede una imagen: dos policías comen, morosamente, unos raspados de tamarindo. Allí están, tranquilazos, conversando, apoyados sobre el carrito de raspados. Dos kilómetros más allá, sus compañeros apuran sus perdigones sobre la humanidad de cualquiera que se mueva con estampa de estudiante y rebeldía. ¿Sobre qué conversan? ¿El contrato millonario de Miguel Cabrera? ¿La notable actuación de nuestro fútbol femenino? ¿La parrillita del próximo sábado? ¿El hartazgo de estos días? Es tan lenta la forma en que consumen sus raspados. Tan gozosa. 

Hace días, en una de sus letárgicas cadenas, Maduro alardeaba que el ofi cialismo ha hecho un centenar de marchas y ninguna ha terminado en violencia. Según él, bastaba ese ejemplo para detectar en cuál zona de nuestras ideologías hace nido el terrorismo. Quedé perplejo. Le faltó, quizás, agregar una frase más provocadora. Algo tipo: "Fíjense que a nosotros la GNB nunca nos ha lanzado una bomba lacrimógena. Ni la mitad de un perdigón. 

En Ramo Verde no hay un solo chavista preso. ¿Qué más pruebas quieren?". Algo así. Digo, para redondear más la idea. 

Me tropiezo en las redes sociales con un letrero que dice: "De los mismos creadores de `El comandante se recupera satisfactoriamente’, `Abriremos todas las cajas’ y `Este año no habrá devaluación’ nos llega: `Queremos Paz". 


Nuestro inefable ministro de Turismo, en vísperas de Semana Santa, asegura que el problema con la escasez de cupos para volar al exterior es porque la demanda es muy alta. Omite la descomunal deuda con las aerolíneas. Replica el argumento que, en la misma página de El Universal , expresa el vicepresidente de Gestión Institucional de la Red de Establecimientos Estatales (¡uuf!): "Las colas para comprar comida demuestran el poder adquisitivo del pueblo". O sea, nos volvimos millonarios y no nos hemos dado cuenta.

Pero nadie como el mismísimo presidente: "¿No se han dado cuenta de la cantidad de venezolanos gordos que hay ahora?". 

Andamos rollizos de tanta abundancia, eso decía. Mientras tanto, colmados de fortuna y colesterol, ni un simple pasaje para Costa Rica logramos conseguir. 

"Este es su hotel, disfrútelo y trate de echar la menos vaina posible’, podría ser la forma más sincera de redactar el primer párrafo de la Constitución Nacional", le comentaba José Ignacio Cabrujas a la difunta revista Estado y Reforma en 1987. La imagen provenía de una idea punzante: "El Estado venezolano actúa generalmente como una gerencia hotelera en permanente fracaso a la hora de garantizar el confort de los huéspedes". Elisa Lerner ha sugerido que Venezuela, más que un país, es una hipótesis. Cabrujas insistía en la idea de que somos un país provisional, donde sus ciudadanos nunca han creído en sus instituciones. Remataba con una sentencia de poderosa vigencia: "El concepto de Estado en Venezuela es un disimulo. Vamos a fi ngir que el presidente de la república es un ciudadano esclarecido. Vamos a fi ngir que la Corte Suprema de Justicia es un santuario de la legalidad. Pero, en el fondo, no nos engañemos. En el fondo todos sabemos cómo `se bate el cobre". 

Y así hemos ido dando tumbos, de gerencia en gerencia, con las tuberías atascadas, la corrupción convertida en epidemia y la fachada entera descascarándose. En este momento del siglo XXI nacional la madera de nuestras instituciones cruje pavorosamente. 

El hotel ha colapsado. Ya no hay disimulo posible. 

Un estudiante cubre el último rincón de su desnudez con las dos manos. Se le ve conmocionado. Por un instante no sabe hacia dónde caminar. Ha sido vejado públicamente por una horda cuya única ideología parece ser la violencia. La cámara registra su vergüenza. La foto le da la vuelta al mundo. Al único lugar del planeta donde parece no llegar esa imagen es a Mirafl ores. 

Mientras tanto, la ley coloca su manto protector sobre otra persona. "Solicitan medida de protección para dirigente estudiantil ofi cialista Kevin Ávila", reza la noticia. Después de un día de ignominia en la UCV con lesionados aquí y allá, el gobierno se preocupa por un solo apellido. El resto espera en cuenta regresiva el fogonazo de una bala, una borrasca de golpes o el escarnio de su desnudez. 

Viajo con Tania Sarabia y Claudio Nazoa hacia Valencia para presentar una disertación sobre el amor en clave de comedia. En estos días donde el odio anda tan empoderado, quizás no es mala idea un pequeño contrapeso. Mientras tratamos de surfear los embates noticiosos de un domingo que terminaría siendo muy negro, recorremos la autopista Regional del Centro. Recuerdo en voz alta que un día como ese, tres meses atrás, asesinaron a Mónica Spear y a su esposo. La conmoción fue tal que, desde entonces, la chispa de la indignación ha cobrado forma de incendio nacional. A nuestro lado se extiende lo que alguna vez llamaron "Los rieles del buen vivir". El chofer nos señala cabillas oxidadas, tramos inconclusos, viaductos corroídos, vestigios de lo que iba a ser y no fue. La revolución también es pródiga en elefantes blancos. En un ya viejo reportaje del año 2011, en esa "artillería del pensamiento" que es el Correo del Orinoco , se hablaba de que Venezuela ya era "pionera a escala internacional con la consolidación de 13.665 kilómetros de vías ferrocarrileras". Pomposamente se alardeaba de una inversión de 7.000 millones de dólares. Una promesa gorda en dinero. Hoy solo sobreviven 3 muñecos simulando ser obreros que, como perros guardianes, cuidan día y noche el olvido que allí reina. 

Mientras avanzamos en paralelo con las vías abandonadas del tren, una vieja camioneta Dodge nos supera por el lado derecho de la autopista. Sobre el vidrio posterior se ve una extraña composición plástica: Un rollo de papel tualé, agitado por el viento. 

Una foto de un antiguo comediante de la televisión, Jorge Tuero. 

Y, en letras grandes, la frase que inmortalizó en un sketch: "Los gobiernos pasan, pero el hambre queda". 

Nos reímos, con una tristeza llena de fracaso. 

El cinismo del poder se puede coleccionar en forma de barajitas. Se nos iría la vida llenando el álbum.


http://www.el-nacional.com/opinion/CENTRO-POSTALES-REGIONAL-UCV_0_388761311.html

VER PARA CREER



Para el buen funcionamiento y desarrollo de una nación moderna, la ciudadanía representa uno de los elementos primordiales de la congruencia estructural de la sociedad. Incumbe al Ciudadano protagonizar al ejecutor de los componentes de la ciudadanía, y al Estado respetar, alentar la Participación Ciudadana.

Una acción vinculante al fortalecimiento, concreción y efectividad de la ciudadanía viene dada por la formación del ciudadano. A modo de síntesis, podemos decir, la Formación Ciudadana, es la capacidad adquirida por un individuo perteneciente a una sociedad democrática sobre sus derechos y deberes, así como los medios que posibilitan la interacción ciudadana.

En líneas generales, las competencias ciudadanas, permiten que las personas adquieran herramientas básicas para ejecutar los derechos fundamentales de la vida social; un cuerpo de habilidades y conocimientos para construir relaciones de convivencia. Internalizar el sentido y utilidad de los contenidos y verificar su utilidad en la práctica del desempeño ciudadano, pasa a ser el mayor ejemplo para valorar y promover los postulados de la ciudadanía, con el gran objetivo Optimizar la Participación Ciudadana.

Siendo reiterativo, evitando también por otro lado caer en situaciones de contradicciones y malos entendidos, son muchos, muchísimos, quienes consideramos la prontitud de pasar de una vez por todas de lo escrito a los hechos, darle vida a la letra. Si revisamos lo publicado sobre los derechos civiles, conseguimos bastante material al respecto, leyes, conferencias, tratados, artículos u otros; es por esta razón, que cuantiosos ciudadanos del mundo, de Latinoamérica y específicamente de Venezuela, estamos conscientes en dignificar la Participación Ciudadana, por medio de acciones que favorezcan la aplicación certera, visible y sostenida de los contenidos expuestos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, con el único propósito de alcanzar una relación congruente Ciudadanos – Estado, por el logro del mejoramiento de la calidad de vida de la población, el fortalecimiento, establecimiento total y pleno de los preceptos establecidos en los Derechos Democráticos.



Son los hechos los que marcan la verdadera pauta
La cotidianidad nos pertenece
Otorgársela a otros por negociación o apatía
Es un acto de irresponsabilidad consigo mismo
Permitir que la mediocridad corrompa al ser.

El Poeta que no vino.

sábado, 12 de abril de 2014

LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE


¿Una misión imposible?

            Después de la tormenta viene la calma y ésta nos da la oportunidad de evaluar los desastres generados por la tragedia.

            Si trasladamos la parábola anterior a la crisis integral que ocurre en Venezuela, con el fin de tomar correctivos, analizamos los hechos sociopolíticos de las últimas décadas y podemos palpar un proceso de decadencia institucional en la cual nos encontramos inmersos hoy en día. Mostrándose a la cara como uno de los rasgos más sobresalientes de esta realidad, un país con su población sectorizada, donde cada bando defiende proyectos antagónicos, obteniendo como resultado una situación compleja para intervenir y conseguir resultados positivos.

            En este sentido, sobreponernos al retroceso histórico en la Nación del Maestro Simón Rodríguez, requerirá una labor trascendental de avanzada. Equilibrar la balanza de la dinámica social, establecer un ambiente de confianza y sociabilidad ciudadana, tendrá que estar sustentado por la creación e implementación de planes, programas y proyectos socioculturales continuos. Para mantener la supervivencia de este impulso, deberá de contarse, por una parte, con una promoción intensa a través de los medios posibles, con el propósito de inducir un contagio social, en beneficio de optimizar la Participación Ciudadana; y por la otra, con el patrocinio, aporte de recursos de la sociedad organizada, así como de las instituciones, tanto públicas como privadas de Venezuela y de aquellas pertenecientes a la comunidad internacional.

            Es importante señalar, más allá de las dificultades y de la gravedad de la crisis, los venezolanos contamos con un apoyo superlativo, una guía que nos conducirá más temprano que tarde a encaminarnos hacia el saneamiento y fortalecimiento del orden democrático, nos estamos refiriendo a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

            Aferrados a la Constitución aprobada por los venezolanos en el año 1999, tendremos el soporte necesario para la revisión de las leyes sancionadas desde la implementación de este pacto social hasta la fecha que corresponda. Esta acción permitirá evaluar los contenidos legales y mantener su vigencia, aquellos que no cumplan con lo previsto, anularlos. Cuando capitalicemos la reivindicación de la Carta Magna, se habrá dado uno de los primeros pasos significativos para darnos la oportunidad real de la reconstrucción y transformación de un país deteriorado en una Venezuela creativa, próspera y de calidad social.

Por más turbio que se vislumbre el ambiente
Lo imposible queda fuera
La desesperanza no tendrá cabida
Si hacemos lo que nos corresponde en el aquí y ahora
Manteniendo con firmeza una convicción del porvenir.


El poeta que no vino.

viernes, 11 de abril de 2014

                                             CRÓNICA DE UN PAÍS EN LLAMAS.

         (Una breve mirada a lo que ocurre en el país desde un punto de vista ciudadano).

Para comenzar este breve relato debo comenzar diciendo que mi trabajo me exige viajar por buena parte de Venezuela, de esta manera desde hace mucho tiempo he podido apreciar la situación del país en diferentes etapas de esto que algunos interesados han dado en llamar 5ta república. A tal efecto al comenzar mi recorrido en el mes de enero y luego de pasar como 15 días en Maracaibo meditaba sobre lo próximo que se veía una explosión de ira en la población dado el maltrato institucionalizado en todos los niveles y áreas del diario vivir del ciudadano común, en mi experiencia personal puedo decir que gente productiva y acostumbrada a producir para consumir lo que consideraban necesitaban, fueron reducidos y llevados a las miserias de colas y atropellos constantes hasta para comprar una crema dental ( yo pase por eso). Luego y ya pensando alejarme del calor marabino tome rumbo al Táchira por la vía Machiques La Fría (ya por lo menos tenía la crema dental), en la vía pude ver con tristeza como desde tempranas horas de la mañana la gente hacia colas kilométricas en zonas de un calor sofocante con la promesa de conseguir un pollo, leche o cualquier otro producto, hasta disturbios provocados por golpizas por un saco de cemento observe de cerca. Al cabo de unas horas llegue al Táchira siempre tan hermoso y con su rico clima que te invita a quedarte y disfrutarlo.
Pase unos 10 días en el Táchira en asuntos personales viendo como la escasez le cambio la vida al tachirense, no solo los productos básicos esta gente trabajadora tienen más de 8 años sin cemento ni cabillas y no hablemos de gasolina, gas repuestos de carros y pare de contar sobre este punto comentaba un señor (trabajador nomina media de PDVSA) que muchos conocidos que trabajaban en construcción o cualquier otra área fueron obligados, por este gobierno delincuente, a trabajos que nunca pensaron hacer como el contrabando de comida y gasolina.   Cuando ya me disponía a salir rumbo a mi amada Valencia a mediados de febrero estalla una época de protestas en el Táchira, al buscar salidas para arrancar hacia mi destino podía ver como gente de todas clases y edades, señoras con sus hijos, estudiantes, hombres y mujeres que no se conocían pero que los unía una rabia colectiva se comunicaban se entendían y solo querían manifestar su rabia contenida y represada desde mucho tiempo atrás. Mi búsqueda de escape de San Cristóbal parecía una película de ciencia ficción, pasaba por un sitio y al no conseguir salida me regresaba y conseguía una guarimba en el sitio que acababa de salvar! Podía ver y escuchar como con decisión y fuerza cada quien hacia algo para drenar su rabia, al llegar al reguardo de mi casa y ver las noticias podía comparar la realidad de un pueblo resteado a hacerse escuchar con las sandeces y pistoladas de una banda de forajidos gobierneros que  de espaldas a una realidad solo buscan encuevarse en un nicho de corrupción que les ha quedado demasiado agradable a sus antojos viscerales.
Así pasaron 30 días y pude por fin salir vía Valencia, al llegar a San Diego pude ver un panorama no muy distinto al del Táchira: barricadas, guarimbas, basura quemada y una animosidad de la gente digna de herederos de un bravo pueblo que perdió el miedo y que ya jamás se permite callarse. Todos los días transcurrían con la misma tónica tensión, zozobra, rumores y noticias iban y venían. Familiares y amigos se unían a la protesta y yo pensaba y repensaba como podía aportar algo por mi país que ya no le daba excusas a los indolentes y sumisos! Ya las cartas estaban echadas, había un pueblo en la calle! Mujeres y hombres, de todas las edades decidieron ofrecer sus vidas de una manera tan heroica que jamás la hubiese imaginado y cuando ya luego de más de 45 días de protestas a nivel nacional y con más de 30 muertos de saldo trágico todo parecía entrar en una tensa calma, el gobierno delincuente arremete con más impunidad y miseria humana ahora no solo tenían como premio de su infamia a Leopoldo López preso, ahora encarcelaban a dos Alcaldes más para sus bajos y miserables fines políticos. Así fue como sin pensarlo me vi metido en una protesta tratando de hacerme escuchar y al mismo tiempo sin dejar de pensar cómo proteger a esos chamos incluyendo mis sobrinos en plena protesta. Ver al monstruo por dentro no es lo mismo que escucharlo, que vergüenza daban ver a los represores del gobierno apertrechados de armas, escudos y protecciones contra gente común, estudiantes, hombres y mujeres con piedras y dignidad por armas! En uno de esos momentos donde hubo cierta calma se disipo el humo y el gas lacrimógeno vi a un joven con una franela en la cara para protegerse del gas y secándose las lágrimas le ofrecí vinagre, la voz lo delato no tendría más de 18 años y como dicen hoy en día  todo un sifrinito. Me quede pensativo… Que paso en este país? Por qué tenía un pueblo que salir a dar su sangre como única misiva que podrá ser leída en la
posteridad como prueba fiel heroica y digna de que fuimos arremetidos, arrinconados y llevados al colapso por un  gobierno tirano y corrupto que bajo el amparo del poder del petróleo compro no solo todos los poderes y medios, sino también la benevolencia de la complicidad internacional. Amanecerá y veremos!
                                                               
 Jorge Bracho.